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jueves, 5 de febrero de 2009

"EL NIÑO DEL TERROR"


Juan Fernando Hermosa Suárez con apenas 16 años de edad es implicado en el asesinato a sangre fría de 22 personas, en su mayoría taxistas y homosexuales.
Ademas lidEraba una banda conocida como la "Pandilla del Terror".
El asesino en serie mas joven en la decada de los '90 Una pequeña reseña de loq ue fue "El Niño del Terror"
Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años.

Esa fue la primera declaración del adolescente que llevó al borde del pánico a los taxistas, principales víctimas del grupo de jóvenes liderados por Juan Fernando Hermosa, de mediana estatura, contextura delgada, tez trigueña, cabello ensortijado, cara delgada y de finas facciones, según la descripción hecha en HOY, el 21 de enero de 1992.

Las primeras notas de prensa sobre su captura lo ponían a la misma altura del famoso terrorista Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como El Chacal.

Las investigaciones han establecido desplazamientos del individuo a Israel y los Estados Unidos, en donde habría recibido cursos de especialización en el manejo de armas, decía HOY en la misma nota.

El relato sobre su detención fue más espectacular aún: Este joven fue detenido en un inmueble de la avenida América, en medio de una feroz balacera en la que murió su madre. En dicho lugar la Policía ingresó a una de las habitaciones a través de un tragaluz y abrió fuego al primer movimiento, pues se suponía que en el lugar dormía el joven (...). Una casualidad del destino hizo que aquella noche el criminal intercambiara las habitaciones con su madre. Esto le permitió advertir los movimientos policíacos y estuvo a punto de evadir la acción cuando saltó a través de una ventana, lanzando al mismo tiempo una granada y abriendo fuego con su arma 9 milímetros.

La novela estaba armada y Juan Fernando Hermosa pasó a ser conocido como el Niño del terror, quien logró dejar en segundo plano la pugna del Partido Unidad Republicana, que ese mismo año llevaría a la presidencia a Sixto Durán Ballén, o la pelea del Gobierno con los farmacéuticos por el alza del precio de las medicinas.

Todo subía a comienzos de 1992, hasta los cigarrillos. Una cajetilla de Lark o Marlboro costaba 1 200 sucres (¢92, cada dólar ese año se cambiaba por 1 293 sucres).

Fue recién a comienzos de febrero que el Niño del Terror comenzó a aparecer en las fotografías, cuando fue a rendir su declaración indagatoria en la Comisaría Segunda Nacional, enfundado en una chompa estilo militar, con jean y zapatos deportivos. Ahí se supo que el grupo no cargaba granadas, solo revólveres que les habían entregado los policías Wilson Rosero Vicuña y Rafael Puchaicela, y que mataban a taxistas y homosexuales para robarles.

También se supo que el grupo solo robaba taxis San Remo, porque eran nuevos y nunca se quedaban en las cuestas, y porque Hermosa todavía guardaba el ingrato recuerdo de cuando unos agentes del Servicio de Investigación Criminal lo detuvieron en un auto similar. Esa dependencia fue desmantelada por el caso de los hermanos Restrepo, pasó a llamarse Oficina de Investigación del Delito (OID) y hoy es la Policía Judicial.

En una batida, en el centro de Quito, nos atraparon a cinco por sospecha de robo. Cuando estábamos en las oficinas de la OID me dijeron que me iban a colgar, dijo Tomás Angulo, quien denunció a Hermosa.

Fue así como el 9 de enero de 1992, policías enmascarados entraron disparando en una casa humilde del norte del norte de Quito, donde hallaron a Hermosa. La única víctima de ese operativo fue su madre, quien sufría de sordera y que quedó tendida sobre la cama.

¿Qué le animaba el hecho de matar?, le preguntó el juez que llevaba la causa a Juan Fernando Hermosa.

Mi intención no era la de matar, les pedía a los señores que se quedaran quietos, que no les iba a pasar nada, pero eso no ocurrió; alguna vez me amenazaron con un revólver calibre 22, por lo que utilice mi arma, otra vez un taxista intentó golpearme con una llave de ruedas, por lo que también me vi obligado a disparar, fue le respuesta de Hermosa, el líder del grupo de 10 adolescentes que se reunían en los cosmos(como se conocían a las salas de juegos electrónicos que proliferaban en Quito) de La Marín. (JT)

EL FINAL

La última semana de febrero de 1996, Juan Fernando Hermosa, que había recuperado su libertad en enero de ese mismo año, al cumplir su mayoría de edad -porque así lo establecía el Código de Menores-, fue hallado por un grupo de campesinos a orillas del río Aguarico, en la provincia de Sucumbíos.

Vestía una camisa negra, pantalón concho de vino y calzaba zapatillas de la marca Reebok.

El rostro era irreconocible, tenía la cara hundida con un tiro en la frente y atravesada por varios cortes de machete.

El cuerpo, atravesado por orificios de balas de grueso calibre, presentaba cortes en la espalda, sus manos estaban atadas con alambre galvanizado.

Por los documentos hallados en una cartera café se supo que la víctima era Juan Fernando Hermosa, quien en 1992 fue acusado por el asesinato a sangre fría de 22 personas, entre taxistas y homosexuales.

El joven había llegado a Sucumbíos el 20 de enero de 1996, tras recobrar su libertad, para vivir con su padre que tenía una propiedad en Sacha, cerca a Shushufindi.

Varias veces fue visto caminando solo, hasta que un lunes de febrero desapareció sin dejar rastro.

En su cartera había un carné estudiantil de la unidad educativa Educación a Distancia: Monseñor Leonidas Proaño, la boleta de libertad extendida por el Tribunal de Menores y un recorte de periódico: "El síndrome Hermosa en todo el país".

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