BRUTALMENTE ECUATORIANO

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Nada Chucha - Toda la Historia

jueves, 5 de febrero de 2009

LAS TRAVESURAS DEL NIÑO JUAN

Quito. 09.06.92. De la noche a la mañana, Quito se transformó
en el epicentro de la violencia urbana. Con inusual derroche de soberbia, un grupo de matones sueltos ejecutaba verdaderos ritos de sangre.
Aparecían muertos dos y tres taxistas por día, las viudas no encontraban explicación a los macabros acontecimientos y los de la clase expresaban su impotencia, porque eran el centro de la mira criminal, el platillo fuerte de la carnicería.
Cuando la situación se convertía en intolerable y la sociedad exigía una inmediata acción policial, circuló la noticia: fueron capturados los responsables de los crímenes.
Quienes quisieron encontrar al típico hampón, malencarado y desharrapado, se llevaron una gran sorpresa. Los autores de los crímenes eran adolescentes bien parecidos y vestidos al último grito de la moda. Eran jóvenes identificados con la
velocidad de los autos, la carretera, la discoteca, el neón, el hotel, para quienes la vida ajena no significaba otra cosa que una especie de mercancía que podían cambiar por los objetos deseados: ropa de marca, zapatos tennis Nikes, autos, playa y licor.
La "pandilla del terror", como se la denomina, tenía un eje principal: el "Niño Juan", (Juan Carlos, Juan Fernando, Juan Pablo, Acosta, Hermosa, Iñíguez, Fonseca, Suárez, Dávila, Molina, Hoguera...). Este muchacho de corte afable, simpático, de mirada profunda, reservado pero imponente, crespo, de finas facciones y bien vestido no fue entrenado en escuelas de sicarios, ni en campamentos paramilitares, sino en las esquinas, en las discotecas, en los billares. Empezó temprano, a los 12 años.
A duras penas sabe leer porque solamente alcanzó a terminar la escuela, sitio que le sirvió de "correccional", pues ya era un niño problema. Allí afloró sus primeros síntomas de desadaptación, olvidaba o no quería realizar sus tareas, hacía burla de sus maestros y se violentaba con demasiada facilidad.
Siempre se cuidó de falsear las direcciones domiciliarias y sus padres fueron personajes de ficción para sus maestros.
Decidió no ingresar al colegio y la vagancia y el robo de accesorios le permitían hacer una vida fácil durante años.Poco a poco experimentó el robo de carros y la violación de seguridades.
Hoy en día, en su mundo no penetran los medios de comunicación masiva. No le interesa la prensa, de libros ni referirse a ellos, no escucha la radio, ni ve televisión, pero en cambio es un adicto a las películas de matones y mercenarios y aprendió mucho de Rambo y Chuk Norris.
El ritmo alucinado y acelerado de su vida le llevó a su primer carcelazo. Hace dos años comete su primer asalto a mano armada, justamente contra un taxista.
Al igual que todos sus compañeros de fechorías, es hijo de una familia sin padre ni madre, o de padre ausente. Las relaciones con su madrastra eran intensas y difíciles. Ahora anda con el orgullo alborotado por la muerte de ella en manos de la Policía. Dice que la vengará.
Se trata de un tipo literalmente atrapado por la falta de amor materno. Nadie le cae bien, es inestable e impredecible, pues de él se puede esperar un abrazo cordial o una bala de 9 mm. en la espalda. Aprendió lo de la calle, que al paso de alguien le viene una patada o una caricia. Una vida desgarradora piscológicamente.
La vida le juntó a un grupo de jóvenes para quienes se convirtió en padre, hermano y capo y por ellos justifica sus actos de barbarie.
Dice que no teme matar o morir, dormía con su pistolón bajo la almohada y una granada en el velador, el lenguaje de la muerte se ha convertido en él como un lenguaje erótico, demencial, ese impulso que lo llevó a corretear en círculo alrededor de sus víctimas luego de abalearlas.
Su arte se constituyó en la precisión con la que colocaba la bala. No se ensañaba, solo colocaba la bala en el lugarpreciso. "Yo cuando asalto mato", fue la contestación que dio a un taxista que lo incriminaba.


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